Los últimos casos de corrupción en El Ejido, el caso Gürtel, el Palma Arena... me rebelan contra el ser humano y su inefable afán de riqueza y poder a cualquier precio. Y hablo del ser humano porque no se trata de los políticos, ni de los partidos; porque éstos los forman las personas y son las personas las que actúan, bien o mal, independientemente de su profesión o dedicación e incluso ideología. No importa de que partido sea el ladrón, casos como los mencionados y otros nos hunden a todos en la miseria. Los que nos consideramos políticos honrados, y lo somos, no podemos salir a la calle sin oír las ya manidas frases como “todos sois iguales” o “si cobra poco de otro lado robará”. Y los honrados no somos pocos, somos muchos, la inmensa mayoría. Una mayoría que no vende. Nuestro trabajo, llevado a cabo desde la vocación y la ilusión, no vende ni acapara portadas, no crea morbo ni tiene ningún interés.
Es hora de que todos los que vivimos para la política y no de ella alcemos nuestras voces para condenar este tipo de hechos, para decir bien alto que a nosotros tampoco nos gustan los ladrones que manchan nuestra reputación. La mayoría no roba, la mayoría pone su granito de arena para mejorar el mundo en el que vivimos. Podemos equivocarnos y admitirlo, podemos entender que nuestras decisiones no sean del agrado de todos, pero lo que no podemos admitir es que unos pocos nos desprestigien a todos.
Me entristece profundamente que algunos usen la política para su propio beneficio, corrompiendo y enfangando la profesión. No me alegro de las desgracias del adversario, todos salimos perdiendo.
Somos muchos los honrados, y como somos muchos podemos apagar las voces de aquellos que hacen mal uso de nuestro nombre, de nuestra profesión y de nuestros partidos e instituciones. Es hora de hablar, de explicar lo que hacemos, de condenar las acciones ilícitas. Ellos no son políticos, son, simplemente, delincuentes comunes.
Es hora de que todos los que vivimos para la política y no de ella alcemos nuestras voces para condenar este tipo de hechos, para decir bien alto que a nosotros tampoco nos gustan los ladrones que manchan nuestra reputación. La mayoría no roba, la mayoría pone su granito de arena para mejorar el mundo en el que vivimos. Podemos equivocarnos y admitirlo, podemos entender que nuestras decisiones no sean del agrado de todos, pero lo que no podemos admitir es que unos pocos nos desprestigien a todos.
Me entristece profundamente que algunos usen la política para su propio beneficio, corrompiendo y enfangando la profesión. No me alegro de las desgracias del adversario, todos salimos perdiendo.
Somos muchos los honrados, y como somos muchos podemos apagar las voces de aquellos que hacen mal uso de nuestro nombre, de nuestra profesión y de nuestros partidos e instituciones. Es hora de hablar, de explicar lo que hacemos, de condenar las acciones ilícitas. Ellos no son políticos, son, simplemente, delincuentes comunes.
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