lunes, 5 de diciembre de 2005

Pérdoneme padre porque he pecado

“Perdóneme padre porque he pecado. He pecado porque he mentido; he pecado porque he enfrentado a mis semejantes con mis palabras que alimentan la hoguera del odio, la ira y la intolerancia; he pecado porque no he respetado y amado al prójimo como a mi mismo; y he pecado porque he deseado por puro egoísmo que la libertad de otros quedara coartada.” Todo esto y más es lo que deben confesar arrodillados cada noche algunos obispos, algún que otro periodista y algún que otro medio de comunicación conocidamente eclesiástico, que no tan católico.
Todos, ateos y creyentes, hemos oído una y otra vez a lo largo de nuestras vidas muchos fundamentos de la fe y la moral cristianas. Desde los mandamientos y los pecados capitales hasta aquello de “amarás al prójimo…”, etc. nos invitan a ser bondadosos, generosos, comprensivos y misericordiosos. Pero las altas esferas de la iglesia no tienen muy claro aquello de predicar con el ejemplo. Demostraron su incomprensión y su egoísmo marchando por las calles y portando pancartas contra la recién ampliada libertad de las personas homosexuales. Vive y deja vivir, les diría yo a esos obispos. Más tarde demostraron su afán de imposición y su intolerancia marchando de nuevo para que todos y cada uno de nuestros estudiantes estén obligados a cursar y superar la asignatura de religión, ya sean católicos, musulmanes, judíos o simplemente ateos. Y apoyando a la COPE demuestran día a día todos sus defectos pecaminosos, defendiendo la tribuna de quién no respeta las opciones políticas e ideológicas de aquellos que no piensan como él. Federico Jiménez Losantos podría pasar por el mismísimo diablo que siembra la discordia, el odio y la intolerancia entre los seres humanos para que éstos se destruyan a sí mismos. Él, a quién no deseo llamar periodista, hace resonar sus exaltadas y crispadas opiniones desde un medio de comunicación propiedad de la Conferencia Episcopal. Suponemos, entonces, que debe considerarse a sí mismo un buen católico. No sé si Jiménez Losantos peca de lujuria y gula, pero seguro que más de un Ave María habrá rezado pidiendo perdón por su ira, su envidia, su soberbia y su avaricia, saltándose de paso el octavo mandamiento: No levantarás falsos testimonios ni mentirás. Ni objetividad periodística ni moral cristiana.
En estos tiempos modernos, donde el pasado vuelve para remover el presente, tan sólo nos falta que llegue la Santa Inquisición a imponer sus ideas con sangre y fuego y caiga quién caiga. Con todo el respeto a la base de la pirámide de la Iglesia española, que son sus párrocos y feligreses, les pido a éstos que se revelen contra tal abuso de poder y tan gran egoísmo. Los señores obispos deberían preguntarse quién arderá en el infierno, porque el infierno está en la tierra y ellos no contribuyen a liberar a aquellos que lo sufren.

Cristina Ares

2 comentarios:

Eu dijo...

Benvinguda Cristina!!

I, per cert, felicitats pels dos posts: són magnífics i contundents!

Ah, t'acabo d'incloure en els meus links i, més important, t'he passat un "meme" que has de respondre. Ves a la meu blog per veure-ho.

Felicitats de nou!

Joan Margall dijo...

Genial aquest post.
A peus del Montgrí,
Joan